La gesta de Tiago Machado: “No dejé de creer”

Tiago Machado fue un héroe anónimo el lunes. Era tercero de todo un Tour de Francia en la salida de Mulhouse, después de su escapada del día anterior. El ciclista portugués llegó último a la línea de meta de La Planche des Belles Filles, a 43 minutos de Vincenzo Nibali, acompañado por un ángel de la guarda, Andreas Schillinger, a más de 10 diez minutos del autobús, en definitiva, fuera de control. Magullado, roto, con un importante agujero en el codo izquierdo. Pero el corredor portugués del Team NetApp-Endura sigue en el Tour y estará en la línea de salida de hoy en Besançon. Repescado por la organización que supo apreciar su esfuerzo y voluntad.

Machado se cayó en el descenso de Petit Ballon, como Contador. Solo y tampoco hay imágenes de su caída. Únicamente se le vio perdido, caminando desorientado por la hierba, con su bici varios metros atrás. Estuvo más fuera que dentro del Tour, 12 minutos en la ambulancia. Quedaban 100 kilómetros. Una odisea para llegar a la línea de meta. Aun así, lo consiguió, superó los altos de Platzerwasel, Oderen, Croix y Chevréres, solo, alentado por Schillinger, lejos de la grupeta, hasta que llegó a La Planche des Belles Filles. Roto, rompió a llorar.

El ciclista luso relata su heroico día: “Nunca un día de descanso en una gran vuelta fue tan bienvenido. Después de un inicio de prueba que desde mi punto de vista fue muy positivo, ayer –por el lunes- fue un horror. Después de la violenta caída que sufrí, caminé tambaleándome algún tiempo, me senté en la ambulancia y nunca pensé que iba a llegar a la meta. Cuando uno de los médicos de carrera me quería dar un analgésico sólo respondí: “Doctor, ¿dónde está mi bicicleta?.. Después de eso regresé a la carrera sabiendo que sería imposible llegar dentro del límite de tiempo, pero no dejé de creer porque mientras hay vida, hay esperanza.

¿Y qué me hizo seguir? No era el sueño de llegar a París, sino dar la certeza a mis padres, hermanos, amigos que encima de la bici estaba todo bien. Pasar por el avituallamiento y ver a mi masajista llorando me dio incluso me dio más fuerzas para continuar, mis compañeros esperando en el carretera para intentar lo imposible conmigo me hizo sufrir aún más cuando pensaba que había llegado al límite. Finalmente vi la meta y el tiempo que había perdido y como nunca fui malo en matemáticas supe en ese momento que no lo había conseguido. No contuve la emoción y no lloré de dolor, sino por la frustración por la gente que me esperó durante 40 minutos...

Doy gracias a la organización del Tour por la oportunidad de dejarme seguir en la prueba, a mis compañeros que lucharon conmigo, al director que nunca me abandonó, al masajista que no me abandonó un minutos, a todos los que me dijeron palabras de afecto, mi familia y amigos...”.