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La pasión vasca de Neil Stephens, el secreto del Orica-GreenEdge
El Orica-GreenEdge puso su bandera australiana en el mejor escenario posible: la Clásica de San Sebastián, a unos cientos de metros de playa de la Concha. El último logro en tierras vascas pues desde 2012 en su primera temporada hasta este mismo año no han fallado nunca en la Vuelta al País Vasco. Impey venció en Vitoria en 2012 y repitió en la capital en 2013, Gerrans ganó un día después en Elgoibar; Matthews no falló, de nuevo en Vitoria, el año pasado, y este 2015 fue el más rápido en Bilbao. Además, Teklehaimanot se llevó la Clásica de Ordizia en 2013. Así que el triunfo de Adam Yates el sábado fue la guinda, el punto y seguido, y eso que el británico ni se había enterado que había ganado. El secreto de esta conexión no es tal, sino que es conocido por todos: Neil Stephens (1963, Canberra). Desde 1989 afincado en el País Vasco, en Gipuzkoa, primero en Ventas de Astigarraga en la casa que tenía el Caja Rural y desde 1994 en Oiartzun, donde ha echado raíces con su mujer Amaia, a la que conoció en el 92, y sus tres hijos euskaldunes, Maialen, Shane y Lorea. La mitad de su vida, por tanto, es vasca. Australiano, sin duda, es un enamorado de Euskadi y tanto él y, por supuesto, su familia, están muy integrados en Oiartzun. Con su melena rubia, ya menguante a sus 52 años, es un vecino más después de dos décadas. Aussie y vasco, una mezcla perfecta, su mayor virtud. “Estoy muy a gusto aquí y estoy orgulloso de ser aceptado por el pueblo vasco. Estoy muy agradecido por el cariño de Euskadi”, confirmaba en una entrevista a BiciCiclismo. “Para mí, es una gozada correr aquí. Conozco bien las carreras y las tengo mucho cariño”, destacaba, por eso, nunca falla a José Luis Sanz y su Clásica de Ordizia, carrera que como profesional ganó cuatro veces. Un cariño que se ve reflejado sobre el asfalto, por el mimo que prepara las carreras. Amante de la orografía vasca, estudia siempre con sus corredores los secretos de sus recorridos. El jueves, Adam Yates ya subía Igeldo, bajo las indicaciones de Stephens. El sábado, ganó. “Eskerrik asko!”, volvía a repetir tras la victoria de su pupilo. “Adam quería ganar a toda costa y míralo ahora con la txapela puesta y más feliz que la leche”, decía emocionado mientras veía a su corredor en el podio. “Es una victoria muy especial para mí y para el equipo por supuesto”, afirmó. El más feliz era él, acompañado por parte de su familia en la salida y con una sonrisa de oreja a oreja en la llegada. Una vez más, daba parte de todo lo que ha recibido desde 1989, primero cuando se enamoró del paisaje vasco, y de su gente, después cuando cortejó y conquistó a su actual mujer. Y por cómo le acogieron siendo un extranjero, en definitiva; ahora ya es uno más. Un Orica-GreenEdge que tiene más carácter vasco en sus auxiliares, varios en los que Stephens tiene una fe ciega, y, de hecho, fue Óscar Quintana el que primero alzó los brazos el sábado en San Sebastián y reveló a Yates que él era el ganador. Y a partir del año que viene Amets Txurruka, un corazón vasco, formará parte de la plantilla, un fichaje que ha avalado y recomendado el propio Neil. Stephens comenzó su carrera profesional en 1989 en el Caja Rural y después pasó por Paternina, Artiach, ONCE y Festina, hasta 1998. Pero antes, desde 1984 se buscó la vida con una mochila en Reino Unido, Holanda o Italia, hasta que Mathew Hermans se fijó en él y le abrió las puertas del Caja. Su idilio con el País Vasco empezó entonces y continúa. Ahora como director deportivo del Orica-GreenEdge, un sueño convertido en realidad, un equipo australiano en la élite, después de pasar por el Liberty Seguros y el Caisse d’Epargne, de aprender de Manolo Saiz y Eusebio Unzué, y de trabajar con la cantera de Cycling Australia. Siempre desde Oiartzun, rodeado de su particular equipo personal, Maialen, Shane y Lorea, con Amaia al frente. No se puede sentir más orgulloso de sus hijos, trilingües (euskera, inglés y castellano), y su deseo es que mantengan el nexo con su país. “Es una maravilla verles porque son muy vascos, les encanta la cultura vasca, la vida en Oiartzun. Yo suelo ir cada año a Australia y la familia viene conmigo cada dos. Para mí es importante. El ser australiano no es tener un pasaporte sin más, es sentirse y vivir la vida australiana. Ellos, creo, que se sienten tan australianos como vascos. Yo soy australiano y, si sigo otros 50 años aquí, siempre seré un australiano. En la vida tú puedes sacar a un hombre del país pero el país del hombre, no”, aseguraba a BiciCiclismo en 2014.
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