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Casos y cosas de la Vuelta a EspañaLa Vuelta ciclista a España nació en al año 1935, nacimiento tardío si lo comparamos con otras pruebas nacionales por etapas. Rebuscando un poco en la historia del ciclismo podemos ver que el Tour de Francia nació en 1903, el de Italia seis años más tarde, el de Bélgica en 1908, en Alemania en 1911, en Portugal en 1927 y en Suiza se inauguró su vuelta en 1933. Todo esto a pesar de que en los años veinte ya se habían efectuado gestiones para organizar una vuelta ciclista que recorriera todo el país, al estilo de cómo se hacía en varios lugares de Europa. En más de un año se designaron las etapas y qué kilometraje iba a tener cada una, pero por una causa u otra el proyecto no vio la luz hasta años más tarde. En otras comunidades, en cambio, la idea había tenido éxito comenzando su andadura algunas carreras como es el caso de la Volta a Cataluña, cuya primera edición se disputó en enero de 1911 siendo organizada por el “Club Deportivo” de Barcelona, bajo la dirección de Miguel Artemán. Otra de las que se adelantaron fue la Vuelta al País Vasco, cuya primera edición data del año 1924 y, gracias al gran nombre de los ciclistas participantes alcanzó bien pronto un merecido renombre. Esta carrera era organizada por el diario deportivo bilbaino Excelsior, más o menos siguiendo la estela de otros diarios deportivos europeos que hacían lo propio con otras carreras, tal era el caso del L’Auto con el Tour de Francia y de la Gazzetta dello Sport con el Giro de Italia. En Asturias la vuelta al Principado se organizaba desde al año 1924 para, tras una primera experiencia en línea, perpetuarse como una prueba por etapas a partir de la siguiente edición. Otras carreras por etapas se habían disputado antes del bautismo de la ronda hispana, basta citar como ejemplo la San Sebastián – Madrid, de 1914, la Barcelona – Madrid, en el año 1932,... Así pues, y visto la carencia de la que aducía el ciclismo español, el diario Informaciones, dirigido por el señor Juan Pujol, se propuso organizar y sacar adelante la I Vuelta Ciclista a España. Para ello, y tal como era la costumbre de la época, se contaba con sólo dos meses, que dicho sea de otra manera indicaba que había que echar mano de la improvisación. Pero, y así ocurren a menudo las cosas, esos dos meses bastaron para que comité organizador del diario madrileño lograra juntar un pelotón de 50 hombres entre los que se encontraban seis belgas, 2 austriacos, 2 franceses, dos holandeses, otros dos suizos y cuatro italianos, que fueron los que más impedimentos pusieron ya que el Giro de Italia comenzaba pocos días después del estreno hispano. La carrera, ya desde su primer día fue un éxito. Miles y miles de personas despidieron a los ciclistas en Madrid aquel lejano 29 de abril de 1935 que debían de recorrer los 185 kilómetros que separaban la capital de España de Valladolid. A pesar de la poca fe que muchos, sobre todo italianos y franceses, la primera Vuelta a España tuvo un final feliz. Visto lo bien que salió la primera edición el diario Informaciones siguió al frente de la organización en el año siguiente. Se aumentaron las etapas, que pasaron de las 14 del año 1935 a veintiuna, y se redujo el kilometraje de cada etapa. Pero los tiempos no reinaban tranquilos en una España en vísperas de la contienda civil, algunas voces clamaban para que no se organizara la vuelta. Para lo cual el ministro de la Gobernación de la época ordenó a los gobernadores civiles de las provincias por donde iba a transitar la carrera que ayudaran en todo lo posible a la carrera y que dieran protección, si ello fuese necesario. Pero nubes negras iban a sembrar de sangre los campos ibéricos... Dos años más tarde de la finalización de la Guerra Civil, en el mes de junio de 1941, se volvió a organizar la Vuelta. Dicha organización corrió a cargo de la Obra Sindical de Educación y Descanso, en manos de su delegación central con sede en Madrid, a la que ayudó en dichas tareas el diario deportivo Gol. Pero las cosas no estaban para fiestas en un país que pasaba hambre y que no tenía las infraestructuras necesarias para realizar un evento tal por todo el país. El gobierno de Franco colaboró, puesto que el Ministerio de Obras Públicas se encargó de poner un poco mejor algunas carreteras para que se pueda pasar por algunos lugares de la geografía española. Por otra parte, y como es lógico, la participación extranjera brilló por su ausencia. Con toda Europa inmersa en una guerra, solo fue posible contratar a un cuarteto de ciclistas suizos, de los cuales tres se retiraron antes de llegar a Madrid en 6 de julio. El periódico Informaciones recuperó la tarea de organizar la Vuelta en 1942. Tal como estaban las cosas en la posguerra española el asunto crematístico era un verdadero problema. Para lo cual se pidió ayuda a firmas comerciales de tal forma que los participantes fueron agrupados en equipos a los que patrocinaba una marca determinada, tal era el caso de Cinzano, el coñac González Byas, etc... La V edición no vio la luz hasta el año 1945. En los años 1943 y 1944 no fue posible organizar la carrera porque los problemas ya sufridos en las dos últimas ediciones no se pudieron solventar. En este año de 1945 la organización pasó a las manos del Diario Ya, que, por cierto, cambió el maillot del líder de la clasificación. La participación en 1945 fue muy pobre, sólo había españoles y portugueses en el pelotón. El diario madrileño siguió organizando la carrera hasta el año 1950 con el lapsus de 1949, hasta que “El Correo Español-El Pueblo Vasco” de Bilbao hizo renacer de sus cenizas a la Vuelta para darle un carácter internacional y grande que no había tenido en las ediciones anteriores. Así pues, tras estar cuatro años sin organizarse entre los años 1950 y 1954, Bilbao pasó a ser el centro de operaciones de la Vuelta a España por donde empezarían a desfilar las figuras mundiales del ciclismo mundial gracias al buen trabajo y buen hacer de Luis Bergareche. Pero las cosas en la vida no duran siempre, en enero de 1979 el periódico bilbaíno anunció, ante la sorpresa general, que cesaba en la organización de la ronda hispana. Faltaban tres meses escasos para la cita. Pero gracias al trabajo de Luis Puig, a la sazón presidente de la Federación Española de Ciclismo, al que apoyaron Unipublic y la firma de pantalones Lois que fue la que ayudó monetariamente con el patrocinio del Gran Premio, se pudo sacar adelante la carrera. Puig salvó a una vuelta que estaba herida de muerte y, por eso, es justo reconocerle el valor que tuvo en su día para hacer resurgir la Vuelta a España. Más adelante, la empresa Unipublic fue la encargada de que la mayor carrera del ciclismo español vea la luz año tras año hasta que pasó el relevo a la empresa gala ASO. El primer ganador de una etapa fue el belga Antoine Digneef, ganador de la 1ª jornada en 1935 entre Madrid y Valladolid de 185 kilómetros. Fue, por lo tanto, el primer ciclista en vestirse de líder, en aquel entonces de color naramja. El primer puerto en subirse fue el Puerto El León en la 1ª etapa del año 1935. El ciclista suizo Leo Amberg fue en ciclista que pasó en cabeza. El primer ganador español de una etapa fue Antonio Escuriet, vencedor en Santander al término de la segunda etapa. Este castellonense era un buen ciclista de la época, sabía moverse en el seno del pelotón y su saber estar fue clave en el éxito en esta segunda etapa de la Vuelta a España. Se había partido de Valladolid, y nuestro hombre esperó su momento para irse en solitario hacia adelante e ir cazando a los hombres que rodaban por delante. El líder Digneef pidió ayuda a Cañardo, estrella hispana de la época, pero éste no dio mucho crérido al intento de Escuriet. Craso error. Rodó los últimos 40 kilómetros en solitario para entrar en Santander en loor de multitudes con la ventaja suficiente para además de ganar la etapa hacerse con el maillot de líder. ‘Lo mantemndré varias jornadas’, afirmó al término de la etapa. No fue así. No pudo descasar bien debido a las pesadillas que tuvo recordando la etapa ganada y en la que veía al pelotón alcanzándole, no encontró en la siguiente etapa la frescura en el rodar que había sido habitual en él y perdió contacto con los ases en Alisas. Llegó a la meta de Bilbao con media hora de retraso y con la moral por los suelos. Deloor era nuevo líder; Escuriet abandonaría la Vuelta poco después. Volvería a ganar una etapa en Málaga en 1941. Cuando Escuriet perdió el liderato fue la primera vez que la Vuelta a España llegaba a una localidad del País Vasco, concretamente a Bilbao. La expectación era máxima, pero el Bilbao de entonces era como era. La carrera partía de Santander y se decició demorar la salida una hora debido a una importante corrida de toros que se iba a celebrar en el coso bilbaino. El caso es que para cuando Deloor llegó victorioso a la capital vizcaina, los todos habían ya lidiados. La tauromaquia tenía más importancia en el Bilbao industrial del año 1935. Tal como hemos comentado, el primer maillot de líder de la Vuelta fue de color naranja y en la segunda edición en 1936 se ocurrió al Comité Organizador ‘premiar’ al último clasificado en la general con un maillot rojo, el mismo color con el que se reconoce al líder hoy en día. El madrileño Ramón Ruiz Trillo tuvo el honor de ser el primer ganador final de esta extraña clasificación. Además, en aquella lejana edición de 1936 los ciclistas españoles y extranjeros vestían diferentes maillots: gris los locales y verde los foráneos. Los años de la postguerra fueron muy duros para la población, con un país hambriento y con pocas ganas de fiesta. Aún así se celebraban las carreras, y también la Vuelta a España. En la edición del año 1948 tomaron parte un total de 54 corredores enrolados en equipos con variopintos nombres visttos desde la perspectiva actual. Estaba el Insecticidas ZZ, con Dalmacio Langarica al frente, Dígame (revista de la época) que tenía a Gabrial Saura como hombre más representante, Hofas de Afeitar Iberia, Portaminas Alas Color, Bicicletas Gaitán,.. Ya que hemos citado a Langarica, ganador de la edición del año 1946 y posteriormente reconocido director deportivo, conviene recordar que en 1948 tuvo toda la mala suerte que puete tener un deportista. Pinchazos a discreción, resoluciones extrañas e injustas de los jueces, acciones extradeportivas de compañeros del pelotón, y un sinfen de vicisitudes impidieron al vasco reeditar su triunfo, si bien Bernardo Ruiz demostró ser un gran corredor, como lo corroboraría durante su dilatada carrera. En esta edición ocurrió un caso sin precedentes en la ronda hispana. La prueba se disputaba entre junio y julio y el caso es que la décima etapa de debía disputar entre Lleida y Zaragoza con 160 kilómetros de recorrido. La Organización mantuvo la hora de salida a pesar del calor de se auguraba en los Monegros. Partieron a las dos de la tarde, un cuarto de hora antes de lo previsto, y cuando tuvieron que recorrer en desierto aragonés los termómetros sobrepasaban los 42°. No había forma de continuar sin agua, los ciclistas bajaban de sus monturas en busca de fuentes para hacerse con el líquido elemento. Muchos de ellos se bañaban en los barreños de agua que habían preparado en algunos pueblos por donde pasaba la carrera. En la carretera, nadie esperaba en paso de los 35 supervivientes, visto el calor abrasador que asolaba a las primeras horas de la tarde. Los ciclistas, además, acordaron realizar un par de paradas para refrescarse ante la mirada complaciente de los jueces. Cuando se cubren los primeros 75 kilómetros de carrera se registra una media de 19 km/h, media que subió en la segunda parte de la etapa hasta alcanzar los 22,9 km/h al avivarse el ritmo con la meta puesta en la capital del Pilar. Los jueces, permisivos en un principio, decidieron reneter en 50% de los premios debido a la baja media realizada, tal como mandaba el Reglamento. La victoria del belga Lesage quedaba en segundo plano. Cosas de la vida, la etapa siguiente partiría de Zaragoza camino de San Sebastián a las siete de la mañana. A finales de los años 60 se instauró una claúsula muy curiosa en la puntuación de las clasificaciones secundarias. Para optar a ellas había que clasificarse entre los primeros en la clasificación general. Es decir, que si un ciclista cosechaba puntos durante todas las jornadas en las Metas Volantes o en los puertos puntuables podía subir al podio al término de las etapas, pero no podía aspirar al triunfo final si no finalizaba entre los 20, 25 o 30 primeros, según dictara el reglamento de cada año. Por ello, el vizcaino Juan Mari Uribezubia debió ceder el reinado en la clasificación de las Metas Volantes en 1968 a Carlos Echeverria al no haberse clasificado entre los 25 primeros. Este mismo ciclista, en cambio, se benefició de esta norma al año siguiente en perjuicio de Momeñe, lo mismo que le ocurrió a Ocaña en el Premio de la Montaña a pesar de haber sumado menos puntos que Luis Balagué y Mariano Díaz, clasificados ambos por debajo del vigésimo puesto. En 1970 Juan Silloniz sumaría mayor número de puntos en las Metas Volantes, si bien el premio final fue para Miguel Mari Lasa. Este año para optar a las clasificaciones secundarias había que clasificarse entre los 15 primeros de la general. Esta absurda ley se mantuvo varios años y hasta el mismo Eddy Merckx se vio beneficiado de ella en 1973 al superar en la general final de las metas volantes a Javier Elorriaga pese a contar con menos puntos. Nada que ver con otra clasificación que vio la luz en el año 1970. Era la denominada Metas Secretas, una especie de metas volantes que los ciclistas no sabían con antelación dónde iban a ser. Pocos kilómetros antes, se les anunciada que a tantos kilómetros iba a haber una. El ganador Van der Vleuten, y no se tuvo que clasificar entre los priemros en la general. Aquel año Eddy Merckx había renunciado al Tour, ya llevaba cuatro, por incluir la Vuelta en su palmarés. Con un sponsor italiano, Molteni, era impensable repudiar el Giro por razones obvias. La Vuelta se lo había puesto fácil al belga; por una parte con unas buenas prevendas económicas, y por otra parte con un recorrido a su medida, si es que había alguno al que no se amoldara, con múltiples bonificaciones en las llegadas, puertos de montaña y metas volantes. Con un buen Ocaña y un pundonososo Thevenet como principales rivales, la victoria de Merckx no se vio nunca en peligro y pudo ir a Italia en busca de otro Giro de Italia más a sumar a su extenso palmarés. Correcto en sus declaraciones durante toda la carrera, no dudaba en ensalzar la categoría de sus rivales, sobre todo la de Ocaña y además se dejaba ver en las iglesias. Vale como ejemplo cuando entró a la bilbaina basílica de Begoña poco antes de la salida de la decimoquinta etapa vestido con el maillot amarillo y postrarse entre la imagen de la virgen. Otro gran ciclista, el considerado como el más grande antes de la aparición de Merckx, hizo acto de presencia en la Vuelta. Fausto Coppi tan solo estuvo en la salida en 1959 formando parte del equipo italiano. Veterano, estaba en horas bajas pero su nombre decía mucho de él., era el más solicitado por los cazadores de autógrafos y todo el mundo deseaba aparecer junto a él en una foto Su experiencia en la ronda fue, sin embargo, negativa. No se dejó ver en ningún momento y puso punto final a su participación en Vitoria, cuando restaban un par de etapas. La expectación había sido máxima, el rendimiento escaso. Coppi tuvo mucho que ver, con sus consejos, en el triunfo de Bahamontes en el Tour de ese mismo año. El toledano pertenecía al Tricofilina-Coppi y formó parte de la selección nacional que Langarica preparó para la carrera… dejando fuera a Loroño, lo que motivó más que palabras, y por esto hay que entender bofetadas y demás, por parte de los seguidores, incuido algún periodista, del vizcaino. Bahamontes era pues una enorme figura en España, y como tal se presentó en la Vuelta de 1960. Corría con Faema, no con Loroño, pero sí con Bernardo Ruiz de director, no muy amigo de las actuaciones de Fede y que tuvieron los primeros roces por la no inclusión en el equipo de Pacheco, al que Bahamontes quería como doméstico. Era el máximo favorito para ganar la carrera. Mediada la prueba, iba recuperando puestos y tiempo perdidos a cuenta de una caída cuando tras la etapa de Vitoria amenazó con lo tomar la salida al díia siguiente si los jueces no readmitían a Julio San Emeterio, amigo y compañero suyo, que había llegado fuera de control. Aducía que sí lo habían hecho etapas antes con otro ciclista compañero de Loroño. Los ciclistas del Licor 43, en boca de su director deportivo, amenazaron entonces que ellos serían los que no tomarían la salida en caso de readmisión de San Emeterio. Al día siguiente en la salida Bahamontes se presentó en acompañado por San Emeterio con la inteción de tensar la cuerda. Así era él. Los jueces prohibieron tajantemente la salida del cántabro, y Bahamontes sí fue de la partida enrabietado como un chiquillo, rodando toda la etapa a cola del pelotón. Cada vez más atrás, cuando llegó a la meta de Santander lo hizo con el control cerrado, por lo que fue expulsado de la prueba. La Oganización de la Vuelta a España se le echó encima, si bien Fede argumentó problemas médicos que le habían impedido comer por lo que llegó a la meta muy mermado de fuerzas. No le creyeron y la Organización emitió un comunicado indicando cómo se habían producidolos hechos y cómo había agredido a un espectador de palabra y obra. Bahamontes no ganaría jamás la Vuelta. El que sí lo hizo fue el valenciano Angelino Soler en su primera participación en 1961. Contaba tan solo 21 años y aún es el ganador más joven de la historia. Su victoria, empero, se pudo ver truncada el último día. Líder de la carrera, tan solo restaba la última etapa con salida y meta en Bilbao teniendo cerca de él al francés Mahé en la clasificación general. El nerviosismo reinaba en las previas, más teniendo en cuenta la lluvia y el temido Sollube al que los corredores debían hacer frente. En la neutralizada en las calles de Bilbao, el coche del director de carrera pegó un frenazo inesperado que hizo saltar al líder Soler por encima del coche.Tuvo la mala fortuna de romper la bicicleta al meter al rueda dentro de los platos. Debió de realizar la deciusiva etapa con la bicicleta de su compañero Salvador Botella. Peor parado quedó Mahé, segundo clasificado, que en la caída se hizo un corte y se fracturó el tabique nasal. La cosa no fue a más, y tras la etapa no hubo cambios en la clasificación general. Más cercana en nuestros días es la Vuelta que ganó Sean Kelly. Fue en el año 1988 y, por fin, pudo triunfar en Mafrid. El año anterior debió abandonar vestido de amarillo debido a un maltido forúnculo cuando tenía la vuelta más o menos en su bolsillo. En 1987 el que anduvo una barbaridad fue Lale Cubino, el mejor año del salmantino en la ronda hispana. Líder, debía afrontar la etapa de Cerler con la idea de reafirmar el liderato. Escalador él, pensaba sacar tiempo a Kelly, peor en la montaña pero mejor contrarrelojista y su más directo rival. En una jornada ganada por el colombiano Parra, Cubino, agarrotado por los nervios y la responsabilidad, no tuvo su día y fue sobrepasado en la dura ascención a Cerler por sus principales oponentes. Por delante viajaba, en labores de vigilancia y como bala en la recámara para ayudar a su líder, Alvaro Pino. Como en la parte final de la subida vio que Cubino no aparecía, no tuvo mejor idea que bajar lo subido en busca del líder. La cara de asombro de los espectadores que veían cómo un ciclista de la talla de Pino bajaba mientras los demás subían, era digna de apreciarse. Cubino pudo aguantar con el liderato aquel día por escasos segundos. La Vuelta la ganó Kelly y Cubino fue finalmente cuarto. Galería de fotosç
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