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El Giro y la nieve: La hazaña de Charly Gaul en 1956Debido a las fechas en las que normalmente se ha disputado el Giro y, teniendo en cuenta la altitud de los puertos por los que transitaba la carrera, los contactos de la carrera rosa con la nieve han sido constantes y han dado mucho de sí. En la historia reciente es muy recordada la hazaña realizada por el luxemburgués Charly Gaul en la etapa decimoctava del Giro del año 1956. Restaban tres jornadas para terminar y el italiano Pasquale Fornara era el propietario de la maglia rosa. Gaul, no obstante, era undécimo a 7’17” y antes que él se encontraban situados Maule, a 9 segundos, y Aldo Moser, que perdía poco más de dos minutos con respecto al líder. La etapa daba miedo, 242 kilómetros de recorrido con los puertos de Costalunga, Rolle, Brocon y Bondone, lugar donde estaba situada la línea de meta. En las previas a la salida ya se adivinaba que la jornada no iba a ser veraniega, la lluvia acompañó al pelotón en los primeros kilómetros en unos ciclistas que veían, por su parte, cerca el final del Giro. Pero según iban aumentando los kilómetros y los pedalistas iban subiendo puertos, la lluvia se iba convirtiendo en nieve y los paisajes verdes primaverales eran mantos blancos sólo rotos por el trazado de la carretera. La primera idea del luxemburgués fue la de atacar de lejos con la idea de hacerse con la etapa y adelantar, de paso, algún puesto en la clasificación geneal. Así lo hizo, arrancó en las pendientes del primer puerto de la jornada, Costalunga, pero en descenso estaba en unas condiciones muy peligrosas por lo que Gaul se dejó atrapar por los perseguidores. Quedaban otros tres puertos, el Rolle, Brocon y Monte Bondone. La escalada y, sobre todo, el descenso del segundo de ellos fueron dantescos. Hubo algún ciclista, como era el caso del italiano Stefano Gaggero, que fue obligado a parar y entró en un hotel para entrar en calor tras haber comido algo y reponer fuerzas. Perdió un cuarto de hora en tal menester, y escaló en mejores condiciones que muchos otros en Bondone. Pero antes que el Bondone había que escalar el Passo Rolle. Gaul corona en solitario con más de dos minutos y medio sobre sus primeros perseguidores. Pero la bajada está también muy difícil, a lo que hay que añadir un par de pinchazos por lo que vemos al luxemburgués de nuevo lejos de la cabeza. Luego estaba el Brocon. Cuando empieza la cuesta suena la misma canción. Gaul en solitario pasando ciclistas para coronar, de nuevo, sin compañía, con un minuto de ventaja. En la bajada más de lo mismo, baja con prudencia debido a los frenos de su máquina que no estaban en buen estado y, si añadimos esto a las condiciones del asfalto, vemos que se encuentra en el llano que conduce a Bondone con dos minutos y medio de retraso sobre Arrigo Padovan, cabeza de carrera. La exhibición que dio Charly Gaul en el último puerto han entrado con letras de oro en los anales del ciclismo. Fue una manera inusual de ver el ciclismo, tando en el ámbito deportivo como en el táctico. A Gaul no le importaba perder tiempo en los descensos para abrigarse y comer, con la intención de reponer fuerzas y no dejar que el frío helara su músculos. Ya en en Bondone, Gaul, con su estampa característica, iba devorando kilómetros mientras sus rivales se quedaban exhaustos al borde de la carretera. La nieve caía de modo incesante sobre las rampas del gigante, pero era óbice para que el bravo ciclista aumentase su ventaja. Parecía que cuanto más nevaba y cuanto más bajas eran las temperaturas, más interés ponía Gaul en distanciar a sus rivales. Hubo cierto momento en el que su director, el exciclista Learco Guerra le hace bajarse de la montura para tomar una bebida caliente y volver a las duras rampas sólo cubierto con el maillot del Faema en manga corta y con la gorra calada. En la meta, completamente agotado, tuvo que ser llevado en volandas por los carabinieri a un sitio de reposo. El resultado de la hazaña fue un vuelco totral en la clasificación general. Charly había aventajado en 7’44” al segundo clasificado (Fantini) y en 12’15” al tercero (Magni). La etapa había dejado un montón de cadáveres ciclistas: uno de ellos fue el hasta entonces líder Fornara que debió de echar pie a tierra a cinco kilómetros de la cima sin un átimo de fuerza que necesitaba para cubrir esos cinco mil últimos metros. Otras víctimas fueron Nino Defilippis, quien intentó en un principio defender una maglia rosa que había ido a parir a sus espaldas de manera simbólica tras el hundimiento de los tres primeros en la general, y otros 42 ciclistas más que formaban parte del pelotón a la salida de esta etapa. Defilippis acabó en día en el hospital y en nuevo líder se quedó sin compañeros para arroparle en las dos jornadas que restaban para el final. A pesar de eso, algunas quejas llegaron a oídos de Vincenzo Torriani. Ciclistas retirados afirmaban haber presenciado in situ como más d eun ciclista había ascendido el Bondone asidos a los coches, y hasta los hubo, según dichos testigos, quienes realizaron el últio tamo dentro de los vehículos seguidores. Torriani hizo caso omiso a las acusaciones, en parte obligado a llevar un pelotón de número decoroso a la última etapa. Charly Gaul se convertía en el tercer corredor extranjero en inscribir su nombre en el palmarés del Giro tras los suizos Hugo Koblet (1950) y Carlo Clerici (1954). En la general final dominaba con 3’27” a un veterano Fiorenzo Magni y con 6’53” a Agostino Coletto. A Gaul no le disgustaba rodar con la lluvia y el frío como acompañante, varias fueron las hazañas logradas por este escalador con bajas temperaturas. Su nombre de guerra bien lo indica: “El ángel de la Montaña”.
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