Marino Lejarreta, un campeón de la ética ciclista

Conocí a Marino de espaldas, hace 14 años, en su debut profesional, bajando el puerto de Eslida, en Castellón. Creo recordar que corría en el Novostil-Helios vallisoletano, al que había llegado de la mano de su hermano Ismael. “Tiene más clase que su hermano”, recuerdo que me dijeron. Sólo tenía 22 años y una cara afilada de niño bueno. No tendría que pasar mucho tiempo para certificar que, efectivamente, el pequeño de los Lejarreta tenía más clase que Ismael. En más de una ocasión tuve que escuchar que le faltaba genio. “Sin con la clase que tiene tuviera la mala leche de Ismael…”, solía decirse.

La verdad es que si algo le ha faltado a Marino a lo largo de su dilatada carrera ha sido mala leche. Quizás porque le sobrara clase y humildad. Marino ha sido capaz de llevar a rueda a un adversario hasta la meta y no recriminarle ni llamarle ‘globero’ porque le haya batido al sprint usufructuando su esfuerzo.

Su palmarés, aun siendo amplio y extenso, no refleja fielmente su calidad ciclista. Marino ha sido mejor ciclista de lo que proclaman sus victorias. Quizás porque nunca ha sido un vencedor nato, ni siquiera tengo muy claro que se lo haya propuesto. La ambición no ha sido nunca una de sus virtudes más destacadas. Ni en lo deportivo ni en lo económico. Hace años que reconoció haber ganado suficiente dinero y que seguía en esto porque disfrutaba todavía encima de la bicicleta.

A Marino era fácil localizarle en el pelotón. Cuando se iba tranquilo, por la cola, evitando las caídas. Cuando se decidía la carrera, en su sitio, dando la cara en el frente de batalla.

En las entrevistas se mostraba parco en palabras, pero tremendamente revelador y nada convencional. Fustigador del tópico, solía dejar en mal lugar y descolocado al periodista desinformado. Contestaba de acuerdo con lo que pensaba y no solía refugiarse en el ‘efectivamente’.

Hace años que se ganó sin pretenderlo el liderazgo de sus colegas de profesión. Marino, carismático y honesto como pocos, era el líder de cualquier reivindicación del colectivo. Los de su generación le respetaban y los más jóvenes le admiraban. En muchos aspectos de la profesión, el bautizado ‘Junco de Berriz’ era punto y aparte.

Recientemente dio una muestra de su entereza y de la fidelidad a sus convicciones. Preguntados algunos ciclistas de la élite por la conveniencia de negociar con HB para garantizar un arranque del Tour en San Sebastián sin ‘sobresaltos’, mientras Delgado e Indurain se mostraban partidarios de la negociación, el vizcaíno lo consideraba fuera de lugar, entendiendo que el deporte no debía ser moneda de cambio para uso de la política… Marino ha sido la viva imagen del antidivo, del antirecord…

Y que nadie entienda esta pequeña crónica como una ‘necrológica’ en vida. Simplemente hemos aprovechado la inesperada situación, que le ha empujado a un adelanto de su retirada, para dar rienda suelta a la admiración que por él sentimos desde siempre.

Chema Rodríguez,
Contrapunto Meta2Mil, 14 de abril de 1992